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Casimiro Curbelo culpa a Canarias de la superpoblación y defiende al turismo masivo

En un acto de retórica que podría competir en los Juegos Olímpicos de la Ironía, el presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, ha desplegado su talento literario para redactar una oda al turismo masivo que haría palidecer a los mismos promotores de viajes. En su última intervención, Curbelo no solo ha defendido el modelo turístico de las Islas Canarias sino que también ha presentado una teoría tan innovadora que debería ser inmediatamente enmarcada en el Salón de la Fama de las Explicaciones Poco Convencionales: el problema no es el turismo, sino la aparentemente sorprendente cantidad de gente que vive en las islas.

"Como en aquella vieja canción de Carlos Puebla, el problema no es la leche que da la vaca sino la cantidad de gente que se la bebe", nos ilumina Curbelo con sus palabras, evocando a un bardo moderno que en lugar de lira usa una calculadora.

Y es que, según su perspectiva, el colapso que sufren Tenerife y Gran Canaria no es un mal endémico del turismo masivo sino, curiosamente, un efecto secundario del exceso de habitantes. Aparentemente, las grandes áreas metropolitanas han estado muy ocupadas "exportando" problemas a todo el archipiélago, como si se tratara de un nuevo producto de exportación más rentable que el plátano canario.

Casimiro Curbelo no pierde el tiempo en trivialidades como el crecimiento descontrolado del turismo y sus efectos en el medio ambiente o en la calidad de vida de los canarios. No, eso sería demasiado pedestre. En cambio, prefiere pintar el turismo como el caballero blanco de la economía canaria, "el motor que funciona" que tira del comercio, de la construcción, del transporte y, por supuesto, de la hostelería, haciendo que todo prospere a la sombra de esos millones de viajeros que han decidido que Canarias es, sin duda, el paraíso terrenal.

"La realidad nos ha demostrado que ese cambio es extremadamente difícil, si no imposible", afirma con la resignación de quien ha intentado mover montañas con una cuchara de postre. 

Según él, el turismo no es solo un modelo económico, sino una forma de vida que debemos abrazar con fervor, porque ¿Qué otra cosa podríamos hacer? ¿Agricultura? ¿Industria? Qué anticuado suena eso en el moderno idilio turístico de Curbelo.

El sector primario, lamenta, "está desapareciendo", una pequeña nota al pie en el gran libro de contabilidad turística. Pero no hay que preocuparse, porque aunque nuestros campos se sequen y nuestros pescadores cuelguen las redes, siempre nos quedará el turismo. Ese fiel amigo que no solo llena las playas sino también, según el ilustre presidente, los bolsillos de unos pocos afortunados.

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Y en un alarde de democrática generosidad, Curbelo nos recuerda que las protestas son un "termómetro válido para medir la temperatura social", pero que no deberían confundirse con una verdadera representación del descontento popular. Después de todo, como buen conocedor de la gestión pública y las metáforas gastronómicas, sabe que no se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos, o en este caso, sin que se rompa la paciencia de unos cuantos ciudadanos.

Así, con la pluma en una mano y la otra en el corazón, Casimiro Curbelo nos invita a reflexionar sobre cómo regular un crecimiento poblacional que parece tan incontrolable como las oleadas de turistas en agosto. Porque, al final del día, "cada uno en su casa y Dios en la de todos", y en La Gomera, al menos por ahora, Casimiro en la del Cabildo.

Redacción ET

Redacción oficial del portal de comunicación turística e informativa EsTenerife

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