Dolor crónico generalizado, acompañado de fatiga, alteraciones del sueño, problemas cognitivos, digestivos y trastornos emocionales son los síntomas de la fibromialgia, un síndrome que afecta principalmente al sistema musculoesquelético y que limita la calidad de vida de los afectados, al afectar a sus relaciones y a su estado emocional, afirma el psicólogo clínico de Hospital Parque Kevin Arbelo.
Señala que la ausencia de síntomas visibles y su vinculación a episodios depresivos hace que esta patología sea objeto de incomprensión social, lo que se traduce en sentimientos de frustración, baja autoestima y soledad. En este sentido, Arbelo insiste en que, “además del abordaje multidisciplinar de esta patología, es necesario que la sociedad tome conciencia y empatice con las personas afectadas para que puedan recuperar espacios de bienestar y construir una vida significativa a pesar de las limitaciones”.
En estos momentos, alrededor del 2,4% de la población adulta española padece este trastorno, del que más del 80% son mujeres. Aunque dicha patología puede aparecer a cualquier edad, los picos de prevalencia se concentran entre los 40 y los 59 años, situándose la edad media de diagnóstico entre los 50 y los 55 años.
El origen de la fibromialgia se encuentra en un trastorno multifactorial en el que confluyen alteraciones en el sistema nervioso central como consecuencia de una mayor sensibilidad a estímulos dolorosos. A esto se suman alteraciones en los neurotransmisores que regulan tanto la percepción del dolor como el estado de ánimo y el sueño. Por otro lado, los factores genéticos también juegan un papel clave, así como eventos desencadenantes y factores psicológicos y ambientales.
El psicólogo clínico de Hospital Parque señala que la fibromialgia impacta de forma significativa en la calidad de vida de los afectados y repercute tanto en el desarrollo de actividades cotidianas e incluso provoca limitaciones laborales.
Pese a que no existe una cura definitiva para la fibromialgia, un abordaje multidisciplinar permite mejorar la calidad de vida y manejar mejor los síntomas. En este sentido, explica que al tratamiento médico mediante analgésicos, antidepresivos y moduladores del dolor, se suma una terapia cognitivo-conductual, además de técnicas de manejo del estrés, que facilitan la aceptación de la enfermedad, afrontar el dolor y mejorar el bienestar emocional.
Arbelo destaca que otro aspecto importante se centra en la incorporación de hábitos de vida saludables, que incluyen la práctica regular de ejercicio físico adaptado, así como el aprendizaje de técnicas de relajación y meditación, así como una adecuada higiene del sueño.
Por otro lado, insiste en la relevancia de que el paciente cuente con una red de apoyo que sirva de sostén emocional y favorezca la resiliencia.
En este sentido, insiste en que el equilibrio, el autocuidado y el acompañamiento permiten a los pacientes que puedan aprender a convivir con la enfermedad y recuperar la calidad de vida.