Apareció el cuerpo sin vida de Olivia y las lágrimas han brotado de los ojos de todos los canarios. Junto a la desolación en la que nos ha sumido este hallazgo persiste el sentimiento de rabia, rabia por vivir en una sociedad en la que hay padres que lejos de cumplir con la obligación de proteger a sus hijas, las mata para hacer daño a la madre.
Cuando el odio a tu pareja está por encima del amor a las hijas que engendraste y criaste, el mensaje que recibimos las mujeres es que no podemos librarnos de seres como éste, con un ego enorme, que anteponen su propio odio a todo. Pero no podemos rendirnos. El avance que la mujer ha experimentado en la sociedad en los últimos cincuenta años no puede quedarse en el camino porque daríamos la razón a quienes niegan que el machismo, que la violencia sobre la mujer sigue muy presente en estos días.
Como a todos, no se me quitan de la mente los vídeos y fotografías de las niñas que la madre, en su afán por encontrar a las pequeñas, fue desgranando a lo largo de estos angustiosos 44 días. Verlas tan llenas de vida, tan cariñosas y felices me genera mucha tristeza, desolación y rabia.
Hemos vivido con Beatriz su angustia, sus esperanzas, su lucha diaria por levantarse de la cama con la ilusión de que ese fuera el día en el que pudiera volver a abrazar a Anna y Olivia. Al final, todos esos sentimientos positivos fueron ahogados en el fondo del océano por un ser deleznable que, sin embargo, representa a una parte de la sociedad en la que vivimos.
Impresentable que en algunos medios de comunicación se hable de que Tomás era un loco. Este hombre es el resultado de una sociedad que no permite que a sus hijos les falte nada, que se frustren por nada. De una comunidad en la que muchos hombres no entienden que se les diga que no. Tomás, en concreto, es un narcisista de libro al que, como decía en un principio, la maldad y la frustración le pudo sobre el amor a sus hijas.
Sería un error pensar que se trata de un caso aislado. En nuestra sociedad hay muchos jóvenes y no tan jóvenes que, como Tomás Gimeno, no están acostumbrados a que no se cumplan sus deseos. Es cierto que la mayoría no llega a estos extremos que ahora nos conmocionan, pero no podemos olvidar a las miles de mujeres que sufren cada día separaciones y divorcios muy dolorosos en los que los hombres no admiten que no se los quiera, que no se les permitan actitudes machistas y someten a su propia familia a violencia vicaria (maltrato psicológico que ejerce el maltratador hacia la mujer cuando utiliza a los hijos/as).
Casos como éste nos ayudan a repudiar, más si cabe, a esas fuerzas políticas de ultraderecha que se empeñan en negar lo que está ocurriendo en nuestra sociedad, que transmiten día tras día que la violencia contra las mujeres es un invento, que no existe. Lamentablemente, mi impresión es que la escalada de este tipo de violencia es cada vez mayor y, si no, miren las impresionantes cifras de mujeres muertas a manos de sus parejas en lo que va de año.